A la gente no hay quien la entienda
Seguro que has pronunciado y oído
esta frase más de una vez, ¿verdad?
terminamos de entender -a
menudo- hacemos uso de esta frase. Estas palabras suelen
ir detrás de un cambio
repentino de opinión en el que no existe, o no se encuentra,
explicación
alguna.
Cristina, mi compañera de despacho, me recibía esta mañana a grito de: “a la gente no
hay quien la
entienda”. Hace un par de semanas, contactaron con ella para organizar una
charla en la Universidad en el día de hoy y a pesar de que no contaba con mucho
tiempo
para prepararla, hoy estaba todo listo (la sala, los alumnos, el
material, etc.) excepto
las personas que
debían impartir la charla.
Aunque todo apunta a que han debido cambiar de opinión, nadie ha informado a Cristina
del motivo de la ausencia, ni siquiera ha conseguido volver a hablar con ellos.
Aunque todo apunta a que han debido cambiar de opinión, nadie ha informado a Cristina
del motivo de la ausencia, ni siquiera ha conseguido volver a hablar con ellos.
Este supuesto es un ejemplo claro de un
cambio de opinión brusco y repentino al que se
añade la falta de explicación. Cuando esto ocurre, la persona que espera y busca una
explicación puede pensar lo que quiera y lo que la poca información que tenga le permita.
Es importante saber que ante la falta de información tendemos a pensar lo peor.
añade la falta de explicación. Cuando esto ocurre, la persona que espera y busca una
explicación puede pensar lo que quiera y lo que la poca información que tenga le permita.
Es importante saber que ante la falta de información tendemos a pensar lo peor.
Todos tenemos derecho a cambiar
de opinión, a
decir “no lo sé”, “no lo entiendo” o “no me
importa”, pero ¿por qué nos cuesta tanto decir
que hemos cambiado de opinión?
decir “no lo sé”, “no lo entiendo” o “no me
importa”, pero ¿por qué nos cuesta tanto decir
que hemos cambiado de opinión?
Parece ser, que en cierto modo, estamos empatizando con la otra persona y preferimos
huir de los problemas
que puede ocasionar nuestro cambio de opinión, sin pensar en los
contratiempos
que se originan al guardar silencio y no anunciar nuestro cambio de
opinión.
Cuando elegimos el silencio como
respuesta generamos inquietud en quienes esperan
nuestra contestación y esa inquietud, termina convirtiéndose en
desconfianza hacia nosotros.
nuestra contestación y esa inquietud, termina convirtiéndose en
desconfianza hacia nosotros.
La verdad es que, a veces, somos
difíciles de comprender; es
complicado saber lo que alguien piensa o pretende, pero podemos hacer uso de la
palabra para averiguarlo.
¿Tú qué opinas?
rocioriverolopez@gmail.com
complicado saber lo que alguien piensa o pretende, pero podemos hacer uso de la
palabra para averiguarlo.
¿Tú qué opinas?
rocioriverolopez@gmail.com
Comentarios
Publicar un comentario