Que el miedo no te frene. Martina y su bici
Como cada verano, Martina
terminaba el colegio y no podía ser más feliz. El verano significaba tardes
infinitas sin hacer nada en la urbanización de sus tíos. Además, este verano,
tenía la gran novedad de haber aprendido a montar en bici y estaba deseando
estrenarla con sus amigos. Así, que cuando el timbre sonó aquella calurosa
mañana, no dudó ni un momento, en despedirse de sus tíos y correr con la bici a
cuestas, donde estaban esperándola.
Al principio todo iba bien, no
podía ser mejor, la brisa del mar le daba en la cara y una sonrisa se dibujaba
en su rostro hasta que sus amigos decidieron ir por el camino más peligroso,
ese donde había grandes bajadas y subidas pero que era el camino más corto,
¿por qué será que lo mejor siempre cuesta más?.
Sin embargo, eso no detuvo a
Martina, nada le detenía cuando se proponía algo. Por tanto, llenó sus pulmones
de aire y empezó a coger velocidad y más velocidad para encarar la bajada que
tenía delante de ella y cuando intentó frenar, descubrió que los frenos no
funcionaban, el terror se apoderó de ella y a pesar de poner los pies en el
suelo, perdió el control y se cayó. Ese día, más que los arañazos, lo que más
le dolía a Martina era no poder pasar nunca de aquella cuesta ¿y si volvía a
caerse?
Esos pensamientos no podían
apoderarse de ella, así que al día siguiente decidió intentarlo de nuevo, esta
vez de una forma distinta. Se aseguró de llevar unos buenos frenos, y de que
estos funcionaran, y cuando llegó a la bajada del día anterior, decidió ir con
mucha cautela, vigilando la velocidad, para llegar al final sin resbalar. Fue
la mejor sensación del mundo. ¡Lo había logrado!
Por supuesto que durante todo el
verano hubo más caídas pero siempre compensaron a los momentos malos. El miedo
no iba a frenarla, esos minutos subida en su bici compensaba cualquier cosa.
Era el momento del día, en el que se iba imaginando todas las cosas buenas que
tenía el verano, el momento en que sólo importaban ella y su bici. Ese verano
aprendió una de las lecciones más decisivas en su vida: Lo que importa no son
las caídas, sino lo que aprendía con cada una de ellas.
El verano es una buena época para
aprender cosas nuevas, cosas como la relación que existe entre nuestros
pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras conductas. No permitas que el
miedo te frene. Este es un cuento con el que podemos enseñar a los más pequeños
de la casa que lo que importa no son las caídas, sino lo que aprendemos en cada
caída; que nuestros pensamientos influyen en lo que hacemos y dejamos de hacer.
Me gusta mucho todo lo que haces, se ve que eres una profesional estupenda. Estoy deseando tener en mis manos nuevo libro. Los dos me han parecido muy prácticos y la verdad es que haciendo los ejercicios se consigue el objetivo.
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